Por atender nuestro día a día de obtener pan y abrigo o por conquistar un nuevo estatus social y económico, en fin, por llevar la vida cotidiana de todo mortal, pasamos por alto los aspectos trascendentes de nuestra vida y de la historia de los pueblos en general.
Sean propicias estas líneas para acercarnos un poquito a la gran realidad que nos trasciende. Especialmente a esa realidad del dónde, el cuando y el cómo de nuestra tierra.
¿Dónde Jimbe? ¿Cuándo Jimbe? ¿Cómo Jimbe?... (Je, va saliendo medio filosófico esto).
Es que la tierra que nos vio nacer, situada a 1200 m de altitud (para los de aquel pueblito jimbeño de antaño) o a 2800 m (para los de Cochapetí, por ejemplo), esta tierra hoy sagrada para nosotros alguna vez estuvo bajo el mar... Pero de eso hace mucho mucho tiempo. Lo cierto es que Jimbe emergió del mar. Tenlo presente, pues forma parte de nuestra identidad.
Déjame contarte cómo fue aquello. Habrás escuchado de las placas tectónicas que van desplazando a los continentes. Pues bien, una de estas es la llamada Placa Sudamericana, la cual empezó a emerger del fondo del mar por efecto de su propia presión. Claro, si la placa va empujando en una dirección, y encuentra resistencia allí hacia donde empuja, entonces esta placa se retuerce -por medio de terremotos-, se le forman lomos y pliegues, los cuales después van a ser llamados valles y montañas. Todo esto, en un proceso lento lento, de miles de años de intensa actividad sísmica. Fueron primeramente los terremotos los que hicieron emerger a Jimbe de las aguas. Menudos temblores, y todo ello sólo para que después pudiéramos instalarnos nosotros, seres tan frágiles.
Ahora vemos el gran lomo de los Andes emergiendo y ganando altura. Pero la placa sudamericana empuja fuerte y aprieta. De tanta presión, su interior se calienta, se funde y sucede una época intensa de volcanes. Tanta lava arrojan los volcanes en Jimbe que desde Yahuarpampa hasta el Flerypunta todo es material que vomitó la tierra hace miles de años, dejando una costra de roca volcánica de alrededor de 4 km de espesor. Cierra tus ojos y mira cómo los volcanes de Mátar, Pintada, Huampucayán y Tocanca braman día y noche; y la lava se va solidificando y la montaña sube, y más lava y más alta la montaña.
Finalmente se apagaron los volcanes y en sus cráteres más tarde se formaron las benditas lagunas altoandinas que almacenan agua de lluvia, que dan vida al valle Nepeña y que tantas esperanzas nos dan para los días de escasez de agua que se avecinan.
A medida que los volcanes se iban extinguiendo arrojaron polvo y cenizas. Las tierras coloradas de los cerros encima de los 1300 m de altitud son de origen volcánico también. Las tierras coloradas de Pukairca, en los alrededores de la laguna Wiri, son expresión del último volcán extinguido en la zona.
Así, Jimbe fue ascendiendo. Mientras lees esto sigues contemplando como Jimbe emerge del mar, luego cómo la futura cordillera negra se va levantando a punta de lava, y para rematar el espectáculo telúrico gruesas capas de arena y de tierra colorada sobre el manto rocoso. Terremotos y volcanes formaban nuestra tierra preparándola para que nosotros la habitásemos.
Lo que sigue después es más fácil para la naturaleza. Sólo es cuestión de instalar un ingenioso sistema reciclador de agua según el cual el agua del mar asciende en forma de nubes hasta la zona de cordillera y arriba se descarga en forma de lluvia.
También esta fase tiene dimensiones colosales, pero es cuestión de tiempo; y justamente al tiempo lo que le sobra es tiempo. Con paciencia entonces las lluvias fueron rellenando las rendijas de la roca, fueron asentando las tierras coloradas. Verdaderos diluvios azotaron las recientes montañas. Huaycos colosales barrieron lomas y laderas, formando quebradas por doquier.
Al final de su descenso los huaycos reposaban cerca del mar, rellenando las últimas quebradas. Moro, San Jacinto, Huambacho, Samanco están asentados sobre un extenso relleno de más de 200 m de profundidad. En el seno de este relleno se embolsa el agua subterránea que baja de la cordillera.
Jimbe, a su turno, fue parte de ese relleno. Cuando excavamos el suelo jimbeño hallamos canto rodado -chungas- de todo calibre. Un corte geológico de esas edades está representado didácticamente en Cacapaqui (el malecón Primavera). Allí vemos la roca matriz alzándose desde el puente Huanca unos 200 m hasta Agustín Castro. El malecón está en una afilada cresta de relleno aluviónico. ¿Viste? Muchos aluviones le dieron forma a nuestro hogar.
Terremotos, volcanes y diluvios forjaron nuestra tierra.
Un proceso tan largo no cabe en nuestra comprensión salvo a grandes rasgos. Más es suficiente para adquirir conciencia de las portentosas fuerzas que concurrieron para que nuestra morada sea construida.
La próxima vez que vaya por mi tierra seguro que la veré con mayor respeto, cariño y gratitud.
Mujer jimbeñaCuando Jimbe surgía del mar
con los Andes
traía grabado tu nombre.
Terremotos, lluvias y volcanes
le fueron formando
y allí estabas tú.
Y entretanto que pueblos muy fuertes
y prósperos dejaban huella
en sus piedras.
Tu linaje se iba depurando,
la mejor simiente
navega en tu vientre.
Eres una de tantas que viven
la historia de un pueblo
con grande pasado.
Eres quien hace próspero y fuerte
a este pueblo que encuentra
su claro destino.(Sevilla, Octubre 2008)